Percibir una cilíndrica y resbalosa sensación de ajuste, de circuncisión tensa pero elástica que cercena el tórrido flujo de sangre y que ahoga los latidos de una extremidad con vida propia y final previsto. De repente, la erupción: el chorro fugaz de esa vía láctea que nunca retrocede y va en busca del futuro, hacia adelante, como un impulso decidido a no claudicar ni siquiera ante las estrictas normas gravitatorias que rigen el universo de una lúcida y perfecta acabada. En tu boca, en mis manos, en el regocijo topográfico y abdominal de tu panza, la leche derramada inicia su ciclo de muerte y se transforma en un guarismo inescrutable de víctimas masacradas por el derroche. Entonces, en un acto meramente intencional, desparramo la viscosidad con el dedo para formar una cruz, y nos reímos juntos con esa misma complicidad sagrada que enorgullece a los dioses.
15 de noviembre de 2011
Coitus Interruptus
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1 comentario:
tengo un poco de aprensión de decir "me gusta", el texto impecable.
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