(Charles Bukowski)
Creo que la conocí por carta o por un intercambio de artículos o revistas
y ella empezó a mandarme sus poemas eróticos sobre violaciones y relaciones lujuriosas,
y todo eso, mezclado con un deseo barato de búsqueda intelectual,
me confundió de tal modo que agarré el auto y viajé al Norte
por los caminos de montañas, valles y rutas desoladas
desvelado, borracho, recién divorciado,
sin trabajo, viejo, cansado, y con ganas de echarme a dormir durante
cinco o diez años, hasta que al final encontré el motel
de aquel pueblo soleado y diminuto, a la vera de un camino de tierra,
y me senté a fumar un cigarrillo
mientras pensaba, estás completamente loco,
y una hora más tarde fui a encontrarme
con ella; era bastante vieja,
casi tanto como yo, más bien fea
y me ofreció una manzana arenosa
que mordí con los pocos dientes que me quedaban;
se estaba muriendo de una enfermedad desconocida
algo así como asma, y me dijo,
quiero confesarte un secreto, ya sé,
le dije: tenés 35 años y todavía sos virgen.
y sacó una libreta con diez o doce poemas:
el trabajo de toda su vida y me vi obligado a leerlos
y traté de no ser odioso
pero eran horribles.
la llevé a una velada de box,
pero tosía por el humo
y no paraba de mirar a todo
el que estuviera alrededor
y se sorprendía cuando los boxeadores
chocaban los guantes.
no sos muy divertido ¿no?, me dijo.
pero después esa misma noche la pasé bastante bien,
y nos vimos tres o cuatro veces más
la ayudé a corregir algunos poemas
y me metió la lengua hasta la garganta
pero cuando me marché
seguía siendo virgen
y una pésima poeta.
Creo que si en 35 años una mujer
nunca abrió las piernas,
entonces ya es
demasiado tarde
para el amor
o la poesía.
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