9 de septiembre de 2011

Confesión matrimoníaca

Ulceroso y espiralado devenir, el matrimonio.

Aquello que en un principio se arrebató en palabras con el esmero almibarado del cariño uterino encumbra hoy lo más siniestro de una insufrible pesadilla.

Y juro que ya no puedo soportar a mi mujer.

Sobre todo por las noches, cuando después de acostarse ritualmente a mi lado y de apagar la luz del velador con su gesto impune, me besa en la mejilla y se despide hasta el día siguiente con un kafkeano “hasta mañana, bicho”.

Grandilocuento

La verdadea razón de relacionarse debería ser el amor.

El amor libre. Y totalitario.